Eppingen: La enigmática Alemania que deberíamos imitar y su área camper low cost #208

El Viaje a la ‘Alemania Profunda’: Tranquilidad y Misterio en Eppingen

 

En esta ocasión, nuestro periplo sobre ruedas nos ha llevado al corazón de la Alemania profunda, a la pequeña ciudad de Eppingen. Desde el primer paso en sus calles, se percibe esa atmósfera característica del país: una mezcla palpable de tranquilidad, respeto cívico y una limpieza casi obsesiva. Es una sensación que, para el ojo acostumbrado al bullicio mediterráneo, podría traducirse incluso en un leve aburrimiento. Sin embargo, detrás de esta calma se esconde la clave del éxito económico y social que ha marcado a esta nación.

El viaje no solo es geográfico, sino también una invitación a la reflexión. Mientras caminamos, la pregunta emerge inevitable: ¿Cómo logró este país levantarse de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y transformarse en la potencia dominante de Europa? Es un logro monumental si consideramos la devastación sufrida: la muerte de más del 45% de los hombres en edad productiva y la aniquilación de casi todo su tejido industrial y urbano. Las ciudades fueron reducidas a fantasmas apocalípticos.

Es imposible no evocar el trágico ejemplo de Dresde, donde en febrero de 1945, con la guerra prácticamente decidida, los Aliados arrojaron miles de toneladas de bombas incendiarias, matando a decenas de miles de civiles. De esa destrucción total, Alemania resurgió, y en pocos años, volvió a encabezar la lista de los países más ricos del continente.

¿Plan Marshall o la Ética del Trabajo? Un Análisis Socioeconómico

 

La versión oficial atribuye parte de esta resurrección al Plan Marshall, esa inyección de capital estadounidense destinada a afianzar el liderazgo político-económico y, de paso, evitar los errores post-Primera Guerra Mundial que llevaron al ascenso del nazismo. No obstante, existe otra visión, menos institucional y más cultural, sobre la que vale la pena detenerse. Como bien decía un amigo, «Alemania es lo que es porque antes de la guerra eran alemanes, y después de la guerra también eran alemanes».

Esta frase encierra el valor de una cultura laboral particular. Mientras en otras latitudes el tiempo se destina a conversaciones distendidas o a debatir sobre el fútbol, el alemán medio se levanta temprano, a las cinco o seis de la mañana, y trabaja incansablemente sin desperdiciar un minuto. Es un país que, si bien ha cambiado —hoy más del 30% de su población es de origen inmigrante—, sigue imponiendo la aceptación de unas reglas no escritas: el respeto por el trabajo duro, el orden, la eficiencia y, fundamentalmente, la honestidad.

Por supuesto, Alemania no es un paraíso sin luces y sombras, pero su promedio de bienestar y desarrollo supera ampliamente al de muchos otros países. Y aquí viene la autocomplacencia que a menudo adoptamos en el sur de Europa: estamos convencidos de que «sabemos vivir la vida», de que «trabajamos para vivir y no vivimos para trabajar», y de que, aunque más pobres, somos intrínsecamente «más felices». Es una idea romántica, pero la realidad, tozuda, nos muestra otra cosa: cada vez que hay una crisis económica, son nuestros jóvenes, con sus currículums bajo el brazo, los que parten hacia Alemania en busca del trabajo salvador que no encuentran en casa, mientras los alemanes siguen viajando al sur para pasar el invierno, sabiendo que en su país el trabajo nunca escasea. Es una reflexión necesaria que nos obliga a repensar nuestras prioridades nacionales.

 

El Área de Autocaravanas de Eppingen: Un Modelo a Seguir

 

Dejando a un lado el análisis socioeconómico, nos centramos en lo que nos trajo a Eppingen: un área para autocaravanas que se publicitaba como espectacular y, lo que es mejor, «prácticamente regalada». Y no exageraban.

Tuvimos el placer de pernoctar en este espacio municipal por la asombrosa cifra de 7 € por 24 horas (precio de septiembre de 2025). ¿Qué ofrece el ayuntamiento por este coste irrisorio? Prácticamente lo mismo que cualquier otra área en Alemania, pero con un plus de orden. Lo más destacable son los espacios de parking delimitados. Esto, en Alemania, es una bendición, pues la tendencia germana a estacionar pegado al vecino es notoria. Aquí, las marcas en el suelo facilitan una convivencia ordenada y, al ser un área amplia, permite incluso sacar sillas y mesas si se desea, manteniendo el respeto por el espacio ajeno.

El precio de los servicios es igual de razonable. La electricidad se tarifa a 0,50 € el kilovatio/hora. Tuvimos la suerte de encontrar algún kilovatio residual dejado por los anteriores ocupantes, minimizando aún más el gasto, especialmente en septiembre, cuando el consumo no es excesivo. Todo el mobiliario, desde los postes de luz hasta las zonas de cambio de agua, lucía absolutamente nuevo y en perfectas condiciones.

 

La Calidad del Agua: Una Lección de Saneamiento

 

Otro punto crucial para el viajero es el agua. En esta área, el cambio de agua se paga a razón de unos 10 céntimos por 10 litros. Se puede cargar con facilidad lo necesario (40, 50, 60 litros) para llenar el tanque de aguas limpias. Pero la verdadera lección de Eppingen, y de Alemania en general, está en la calidad del agua potable.

En muchos lugares de Europa, el tratamiento del agua es convencional, basado en la adición de lejía (para eliminar bacterias) y productos calcáreos (para estabilizarla). El problema es que residuos de estos productos químicos permanecen en el agua que llega a los hogares, alterando significativamente el sabor. El agua «potable» sabe a cloro y cal, haciendo que sea habitual recurrir a la compra de agua embotellada.

En Alemania, en cambio, la normativa y la infraestructura de saneamiento suelen optar por un tratamiento superior. Se emplean filtros de carbón y luz ultravioleta. La luz ultravioleta se encarga de matar las bacterias, mientras que los filtros de carbón eliminan los residuos, resultando en un agua de calidad espectacular, comparable a la que se compra embotellada en el supermercado. No solo es una ventaja de salud, sino también económica para el autocaravanista.

 

Eppingen: Un Remanso de Paz

 

En cuanto a la ciudad en sí, Eppingen es, admitámoslo, un remanso de paz con poco «que hacer» en el sentido turístico más efervescente. A las cuatro de la tarde, la hora en que otras ciudades bullirían de vida, Eppingen parecía desierta. Es el reflejo de una sociedad que está en sus puestos de trabajo, en la oficina o la fábrica. Es el mismo motivo por el que, si deseas comprar pan caliente, debes estar allí a las 5:30 de la mañana, cuando abren los hornos.

Esto no significa que la gran Alemania carezca de vitalidad. Ciudades mayores como Núremberg, Múnich o Berlín se transforman los fines de semana, llenándose de gente hasta el punto de hacer difícil el caminar. Pero Eppingen, entre semana, cumple su función de tranquila base de operaciones. Es un sitio donde el viajero puede realmente descansar, recargar las baterías de la autocaravana y las propias, disfrutar de una tranquilidad extrema y, de paso, reflexionar sobre la eficiencia y el orden que han convertido a Alemania en el país que es. Por solo 7 euros, es un área que ejemplifica el buen hacer municipal en el sector camper y que, sin duda, merece ser imitada.

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